Acabo de ver unas escenas del baloncestista Pau Gasol con el equipo cinematográfico de la serie Numb3ers, rodando uno de los episodios televisivos. FBI, matemáticos, y Los Angeles Lakers solventando problemas de orden estratégico, que al final terminan resolviendo casos humanos mediante la gestión de la información y patrones científicos. Son casos que demuestran el éxito del espectáculo de la inteligencia, tanto de audiencia como deportivo.
Con frecuencia se asocia el espectáculo a la vulgaridad y la superficialidad, y esto es mayormente cierto en muchas sociedades y a lo largo del tiempo, pero hay que detenerse en las causas para precisamente valorar la importancia que tiene hacer de la inteligencia un espectáculo. Todo lo que rodea a la NASA es un espectáculo y es pura ciencia e inteligencia. Churchill o Einstein siguen influyendo a nivel político, científico, y educativo, porque son referencias espectaculares a las que se les valora por ello. Por lo que han representado para la libertad y el conocimiento.
El fenómeno de la dramatización como industria de masas es inherente a la técnica de divulgación en los medios audiovisuales, y eso hace que haya quien trate de dramarizar lo que simplemente son bajas pasiones o morbo. Pero la dramatización tiene el poder inmenso del espectáculo de la vida, porque el drama es parte de la vida misma. Los programas basura desaparecen del recuerdo, mientras que las obras dramáticas permanecen como espectáculo de todas las generaciones a lo largo de la historia.
El espectáculo es diversión y quienes venden espectáculo tienen que hacer divertida la inteligencia, la creatividad, el conocimiento y saber. Cuando la televisión privada echaba a andar en España a mediados de los ochenta del pasado siglo, presenté en Antena 3 el programa Aula 3 que incluía una entrevista y clase magistral que daban los académicos, científicos y pensadores de todos los campos. Los mejores. Desde Pedro Laín, Julio Caro Baroja, y Julián Marías, a Grande Covián o Santiago Grisolía. Se hizo bajo la iniciativa y producción del Colegio Libre de Eméritos. A pesar de la penuria de medios (las primeras grabaciones se hicieron en pisos), y de emitirlo en los horarios de menor audiencia, el programa superó las expectativas iniciales que auguraban que no duraría más de una temporada. Se produjeron 60 programas y se emitió durante más de tres años, y pude comprobar como la audiencia apreciaba la divulgación del conocimiento.
En uno de mis libros, Una visión global de la globalización, trato en un capítulo titulado como esta nota, del poder de estímulo de la inteligencia, y recuerdo las palabras de la doctora Marian C. Diamon al narrar su experiencia de investigar el cerebro de Einstein: “La excitación del descubrimiento es contagiosa”. Muchos fabricantes han hecho de la inteligencia el reclamo de sus campañas: “Inteligencia llama a inteligencia”, fue el mensaje televisivo de una marca de automóviles en 2002.
El espectáculo de la inteligencia es imbatible en términos de interés humano, social, e intelectual, pero para ello hay que hacer de la inteligencia un espectáculo.