Mi larga conversación sobre periodismo (40 años) con Manu Leguineche

Imagen de Antxón SarasquetaLa muerte de Manu Leguineche esta semana me ha llevado a reflexionar sobre un tema recurrente en nuestros encuentros, desde que le conocí a comienzos de los años setenta: el periodismo. He tenido con Manu una conversación que ha durado cuarenta años sobre el periodismo. Porque además de gran periodista, reportero y director de prensa, Manu era un estudioso del hacer y del ser periodístico. Incluida su dimensión intelectual y cultural.

Antxón el periodismo ha muerto”, me dijo nada más llegar a su casa en una de las últimas veces que le visité con mi esposa Blanca en Brihuega (Guadalajara). Le respondí que no, que lo que ocurría era que nuestro mundo -el que habíamos vivido y compartido durante cuarenta años- había cambiado. Me miró, y señalando su mesa, que como siempre estaba inundada de periódicos y libros, empezó a desarrollar su argumentación apoyándose en casos y cosas de nuestra actualidad. Concluimos que lo que había muerto era un modelo de periodismo. En el que nos habíamos criado y trabajado.

Por tu forma de ver el periodismo y tus inquietudes tienes que irte a Londres o a Estados Unidos. Lo tuyo es el periodismo anglosajón”, me dijo nada más conocernos. Fue el mejor consejo que recibí y que marcó mi vida profesional. Seguí su consejo y en 1973 aterricé en la mítica calle londinense de Fleet Street, donde entonces se concentraban todos los grandes medios y agencias de prensa, y en ese ambiente pasé casi seis años.

Durante ese tiempo, en nuestro intercambio de correspondencia y en nuestros encuentros durante mis visitas a Madrid, dábamos un repaso a la profesión, y nunca dejó de comentarme y hacer crítica de aspectos concretos sobre mis crónicas y sugerir ideas para nuevos reportajes o entrevistas.

El periodismo en estado puro

manuCuando pasaba por Londres camino de alguna guerra o episodio internacional que contar, no dejaba de llamarme para pasar juntos un rato y charlar de periodismo, de nuestras cosas y los amigos comunes, lo que me obligaba a estar actualizado en restaurantes de buena cocina (no los de lujo, que no le gustaban nada).

Luego, cuando volví a Madrid, cada vez que él regresaba de cubrir un conflicto internacional, me llamaba para desayunar, comer o cenar en su casa de Islas Filipinas, y compartir los manjares que había traído. Pero lo más importante de esos momentos era siempre la narración de la experiencia que acababa de vivir en el escenario internacional al que había acudido.

Lo mismo ocurría cuando quedábamos para dar un paseo por las tascas de su barrio: entre percebe y percebe surgía una reflexión sobre Raymon Aron, la última crónica de su amiga Oriana Fallaci, o el fenómeno de Tom Wolfe que se bautizó como ‘nuevo periodismo’.  Manu transmitía la principal faceta del buen periodismo: su dimensión vital e intelectual de la vida.

En las casi dos décadas que estuve escribiendo una crónica política diaria, Manu no dejó de comentarme los defectos y virtudes que pudiese haber en ellas. La importancia de mantener la independencia y el rigor. Siempre sentí la libertad y jamás atisbé un mínimo amago de censura, por poco de acuerdo que pudiese estar con mis análisis. Por crítica que fuese la situación. En él tuve un gran director, además de un gran amigo. Me inspiró una máxima del buen hacer periodístico que es desnudar la verdad, lo que significa evitar que sea oscurecida para poder relatar con veracidad la realidad de las cosas.

Desnudar la verdad (mi crónica con Manu del golpe de Estado del 23-F)

Con ese título, ‘Desnudar la verdad’, publiqué en 2006 un artículo relatando la crónica del golpe de Estado del 23-F (1981) en España, porque ha sido la única vez en mi vida periodística que no pude escribir la crónica solo, sin ayuda, a pesar de ser uno de los secuestrados por los golpistas en el Congreso de los Diputados y disponer así de un relato en primera persona. Porque no sabía lo que había pasado en el exterior. Y fueron Manu y el experto en defensa en la agencia Colpisa (Kepa Conde Zavala), los que se pusieron a mi lado y me fueron narrando las claves de los acontecimientos que estaban ocurriendo fuera del Congreso mientras en la máquina de escribir yo construía la crónica para enviarla a los diarios. Ver artículo: Desnudar la verdad (crónica de un golpe de Estado).

Esta es una escena imborrable que dice mucho del ser humano y periodístico de Manu, porque en una noche tan dramática en la redacción también estaban el presidente del Banco de Bilbao, José Ángel Sánchez Asiaín, y su consejero y director de comunicación, Antonio López, con quienes habíamos quedado a cenar con antelación, y que a pesar de las circunstancias no fallaron (cena que se celebró ya entrada la madrugada en el restaurante italiano Da Renzo, situado a pocos metros de la agencia).

Pero al mismo tiempo en el ambiente frenético de la redacción una de las periodistas, Susana Olmo, estaba hablando por teléfono con el que se consideró el jefe de los golpistas, el teniente general Jaime Milan del Bosch, que en Valencia había sacado los tanques a la calle. Lo consiguió haciéndose pasar por la mujer del teniente coronel de la Guardia Civil, Antonio Tejero, que había ocupado el Congreso y secuestrado al gobierno, parlamentarios y periodistas, y el general dejó entrever su decisión: desistía. Así supimos que los militares de Valencia se retiraban a sus cuarteles y que era síntoma de que el golpe fracasaba.

Momentos memorables 

Esa escenografía vivida en la redacción periodística la noche del golpe de Estado del 23-F, tuvo como director de orquesta a Manu Leguineche. ¿Que tiene que hacer un periodista de raza en una situación de estas? Tratar de hablar con el que que se considera el jefe de los golpistas. En momentos de crisis el buen periodista debe sobreponerse, ir a por todas, para dar la mejor información.

Manu no solamente hizo un equipo de grandes profesionales del periodismo, sino un equipo de amigos, a los que se puede exigir lo más, con los que cabrearse cuando hace falta, y con los que compartir sus desvelos e intimidades.

Mi conversación con Manu sobre el  periodismo se ha prolongado durante toda nuestra relación, y desde el principio me hizo compartirla con otros amigos de la profesión que han protagonizado la historia reciente del periodismo español. Mi historia con Manu está unida a la de muchos y buenos profesionales del periodismo que sigue perdurando en el tiempo, por encima de las ideologías y avatares.

¿Cuantas experiencias que han protagonizado la pequeña o gran historia del periodismo español del último medio siglo no hemos compartido con nuestro común amigo Jesús Picatoste? ¿Como no voy a tener gratitud por las conversaciones y almuerzos que a lo largo de los años hemos compartido con Antxón Barrena, Miguel Delibes, Luis Calvo, Oriana Fallaci, Francisco Umbral y tantos directores, columnistas e intelectuales, en las que se analizaban tan crítica y lúcidamente la marcha del periodismo?

Son casos y momentos memorables en los que he aprendido que el periodismo es una gran fuente del saber y de la vida. Incluidas sus bajezas y miserias, que al ser parte de la condición humana suelen resultar aleccionadoras.

Con la muerte de Manu ha terminado -por ahora- nuestra conversación. Pero queda su legado, mucha obra, premios y reconocimientos, que es una referencia necesaria para los que apuesten por el buen hacer periodístico.

AS ® 2014