La virtud de la excelencia frente a la mediocridad

El Doctor Ricardo Sainz de la Cuesta, jefe del servicio de Ginecología Oncología del Hospital Universitario Quirón Salud (Madrid) representa la excelencia

La excelencia es una de las grandes virtudes porque a quien la practica le hace superior, en conocimientos, calidad de sus prácticas profesionales y en su humanidad. La excelencia no es una virtud común y por eso distingue a quienes la buscan y la practican.

A lo largo de los años he podido comprobar el alto grado de excelencia de científicos y académicos españoles en todas las ramas, especialmente durante los tres años de entrevistas que realicé a todos ellos en el programa televisivo Aula 3 emitido por Antena 3 TV. Programa patrocinado por el Colegio Libre de Eméritos, institución promovida por mi buen -y recordado- amigo José Angel Sánchez Asiaín, siendo entonces presidente del Banco Bilbao Vizcaya. Ver artículo Sánchez Asiaín y el mundo de las ideas

Entrevistas que me permitieron conocer y en muchos casos entablar una buena amistad con personalidades como Santiago Grisolía, Pedro Laín Entralgo, Francisco Grande Covián, Julián Marias, Julio Caro Baroja, Miguel Artola, Jose Luís Pinillos y otros protagonistas en los distintos campos del saber. 

La excelencia no consiste solo en ser un Nº1 sino sobre todo proyectar las mejores cualidades. Lo que te distingue por un saber hacer e impregnar al resto del conocimiento, modos, actitudes y sabiduría.

Durante un almuerzo de la Comisión Trilateral en un hotel de Londres, Robert May, el científico australiano que ha sido presidente de la Royal Society, una de las instituciones científicas más antiguas y prestigiosas del mundo, me explicó cómo había convencido al primer ministro, Tony Blair, para que se dotara de una comisión de científicos de primera fila, para convertir la excelencia científica en un eje de su política. Y Blair tuvo la inteligencia de hacerlo, y el propio May lideró este grupo de científicos asesorando durante años al primer ministro.

Saber transmitir la virtud de la excelencia

La virtud de la excelencia es un bien superior en sí mismo, y es fácilmente comprobable en todas las situaciones que nos depara la vida. He conocido al joven doctor Ricardo Sainz de la Cuesta, pionero español en la especialidad de ginecología oncológica, y su excelencia me ha hecho recordar a la que me transmitieron los eméritos de la ciencia española en aquellas entrevistas que realicé en Antena 3 TV.

Fue mi querido amigo el Doctor Enrique de la Morena quien al consultarle sobre un problema familiar de un cáncer endometrial, no dudó en decirme que tenía que acudir de inmediato al mejor en esta especialidad, Ricardo Sainz de la Cuesta, jefe del servicio de ginecología en el Hospital Universitario Quirón Salud (Madrid).

Así lo hice y así he conocido al doctor Ricardo Sainz, su filosofía, sus prácticas, el magnífico equipo de doctores con el que trabaja (las doctoras que he conocido me han demostrado hasta que punto practican la virtud de la excelencia con sus pacientes), los buenos resultados en sus pacientes con los que he compartido sus sesiones de quimioterapia, y he podido asistir a las explicaciones del propio doctor haciendo balance de la operación en la misma puerta del quirófano.

Todo ello forma parte de la excelencia médica. La del investigador, cirujano, y médico, que como en el caso del doctor Ricardo Sainz además de demostrarlo en la práctica, también se puede reconocer su excelencia en los trabajos publicados. Por ejemplo durante su etapa en el Massachusetts General Hospital y en Harvard Medical School. Ya en Mayo de 1996 Scientific American publicaba uno de sus trabajos (junto al doctor Halverson) sobre los avances en el cáncer de ovarios. Ver trabajos de investigación publicados por el Dr. Sainz de la Cuesta durante su etapa en Harvard Medical School.

Por eso la virtud de la excelencia en todos los campos es el principal activo de un país y su sociedad, y debe ser apoyada con todos los recursos, sin miramientos ni cortapisas presupuestarias. No hacerlo empobrece al país y a su sociedad, con efectos dramáticos para todos. 

Para mejorar nuestras vidas todos dependemos de la virtud de la excelencia, y todos sufrimos las consecuencias de la mediocridad.

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