El coste de la desinformación

Artículo  publicado por Antxón Sarasqueta el 25 de Noviembre de 2008 en el diario La Gaceta de los Negocios

En la sociedad de la información todo está codificado. Y lo que no coincide con los datos, no funciona.

En los últimos doce meses se han desatado seis grandes crisis, todas ellas de impacto nacional y global. “Después de la crisis del petróleo, la crisis de los alimentos”, titulaba la revista Time hace un año (16-11-2007), mientras los consumidores veían subir los precios exponencialmente. A esas crisis se han sumado la de las hipotecas, la crisis financiera, la crisis en la industria automovilística, la crisis económica. Sucesión de crisis que han invadido todo el sistema, y que por primera vez hacen que el mundo y cualquier persona experimenten lo que científicamente se define como una crisis de información.

El escenario de la crisis de información es de orden caótico. Ha sido estudiado desde finales del pasado siglo XX, y fue un escenario previsto ante el riesgo de que los sistemas informáticos vieran alterada su programación y comenzaran a desencadenar un caos en todo el globo con el cambio de milenio el año 2000. Algo que se evitó precisamente por gestionar bien la información, prediciendo y adelantándose en los cambios.

Esta sucesión de crisis del último año tiene un mismo denominador común: la desinformación. Malas prácticas financieras, empresariales y políticas, a gran escala, ocultando y desinformando sobre su verdadera situación y riesgos. Con informaciones engañosas para confundir y desorientar a la opinión pública.

Si se repasan las informaciones difundidas por el propio presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, y su vicepresidente económico, Pedro Solbes, se verifica que en su totalidad son para desinformar. Que no es sólo mentir o falsear la realidad, sino decir una cosa y la contraria, ocultar información, tergiversar los datos, y todas las formas que hacen posible un mensaje de desinformación.

Nota de actualización del 19/3/2018: Años más tarde los propios protagonistas admitieron su política de desinformación después de la fecha de publicación de este artículo. “Solbes admite que mintió”, destacó en un artículo el diario El Mundo (20/11/2013). Ver información. “Solbes reconoce el alto coste de negar la crisis”, destacó la prensa sobre la comparecencia del ex vicepresidente del gobierno socialista, Pedro Solbes, ante la comisión del Congreso de los diputados  (10/1/2018). Ver información

Lo mismo puede decirse de otros gobiernos, bancos, empresas, agencias de calificación y un suma y sigue. Pero hay que establecer la diferencia entre prácticas engañosas y la desinformación como sistema. En el primer caso se pueden adoptar medidas de transparencia, verificación, y penalización, que regeneran el sistema. Mientras que en el segundo la supervivencia del sistema depende de mantener la desinformación.

Zapatero está programado para desinformar. En una misma frase el presidente introdujo el viernes cuatro estimaciones de déficit público. “Puede llegar al 3,5%, al 4% o al 4,2%… (un margen) que no vaya mucho más allá del 3%”. La imprecisión, dejar abierta cualquier hipótesis haciéndolas todas posibles, y todo lo que imposibilite la verificación de los datos y hechos, es una técnica de desinformación. Como lo es falsear la realidad afirmando hace sólo unos meses que España seguiría creciendo, que tendría pleno empleo, y negando la crisis por razones electorales.

El coste de la desinformación es la crisis. En la sociedad de la información todo está codificado. Y lo que no coincide con los datos reales, no funciona. Es como meter un dígito erróneo en la contraseña de una tarjeta de crédito o del sistema informático, no funciona. El coste de la desinformación no es sólo económico. Es una crisis que afecta a todo. Por eso se habla de crisis de confianza, de seguridad, de ansiedad. El coste en salud se puede comprobar introduciendo los mensajes de ansiedad financiera o el de estrés en relación con la crisis, en un buscador de internet. Los resultados revelan las consecuencias demoledoras para el ser humano, la sociedad, y el sistema productivo.

AS © 2008

Ver también El nuevo campo de batalla en la guerra de la información

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