El Estado tiene que imponer su autoridad

El jefe del Estado, Rey Felipe VI, y el jefe del Gobierno, Mariano Rajoy, ante el proceso revolucionario de Cataluña

El gobierno español tiene que suspender de inmediato la autonomía de Cataluña y restablecer la autoridad del Estado después del mensaje institucional de hoy del jefe del Estado, Rey Felipe VI. En su discurso a la nación, proclamando la vulneración de las leyes y la Constitución de los poderes autonómicos catalanes que vienen actuando contra la unidad de la nación y la democracia, el rey ha subrayado la “extrema gravedad” de la situación.

Ahora hay que pasar de las palabras a los hechos.

Cuando un Estado no impone su autoridad, la pierde. Cataluña está fuera de la ley y sumergida en un proceso revolucionario totalitario. Si en estas circunstancias el gobierno de la nación y los poderes del Estado no imponen de inmediato su autoridad, la crisis nacional se agravará y extenderá. Y es fácil advertir con que consecuencias dramáticas para todos.

No haber suspendido la autonomía catalana y haber restablecido el orden constitucional, hace que suceda lo previsible, instalándose una escalada de la violencia, desórdenes y de total inseguridad. Generando un estado de ánimo en la población española de creciente irritación.

Ningún contribuyente español en su sano juicio puede admitir que con su dinero el gobierno de Cataluña y las demás instituciones autonómicas, que forman parte del Estado, no lo olvidemos, sigan campando por sus respetos. Lo que les permite seguir utilizando el poder para sus propios objetivos.

Impresiona ver como desde el presidente del gobierno, Mariano Rajoy, sus ministros -incluidos los de Interior y Justicia- y los propios poderes judiciales, declaran abiertamente la ilegalidad de los actos de los poderes autonómicos catalanes y sus responsables, y estos sigan ejerciendo el poder. Ni son desprovistos de su poder ni encarcelados por cometer actos ilegales contra el Estado, dejando las autoridades del Estado que el totalitarismo mine el sistema democrático y la nación. El gobierno español no ha frenado el golpismo catalán.

La pérdida de autoridad del Estado democrático

Ni el gobierno de la nación, ni la jefatura del Estado, ni sus poderes públicos, podrán decir que todo este proceso golpista les ha cogido por sorpresa, porque viene desarrollándose desde hace años. Lo han dicho y lo han hecho en el día a día imponiendo su ideología del odio anti-español separatista y revolucionario en todos los órdenes de la vida social, educativa, económica, mediática e institucional.

No hacer frente a este desafío desde el principio ha conducido a esta situación de pérdida de autoridad del Estado. ¿Como puede sorprender que la policía autonómica catalana se pliegue al poder revolucionario y secesionista de la Generalidad, después de que este poder difunda el odio anti-español en las escuelas, margine a los estudiantes que quieren recibir su educación en la lengua oficial española, o multe a los comerciantes que rotulan en español?

Ley y orden (y las falacias del diálogo y la proporcionalidad)

La primera misión de un Estado democrático y sus poderes públicos es mantener la ley y el orden que garantizan su supervivencia, y la libertad y seguridad de sus ciudadanos, que pagan con sus impuestos para ello.

Lo que implica a su vez que un Estado democrático y sus dirigentes no pueden caer en la falacia del buenísmo ideológico asumiendo como propios los mensajes del diálogo y la proporcionalidad, para justificar actitudes negligentes que afectan gravemente a sus ciudadanos.

Con los golpistas el Estado democrático no dialoga para intercambiar cromos, y el uso de la fuerza contra ellos solo puede ser a equivalente a enfrentarse a un golpe de Estado, como ocurrió el 23 de Febrero de 1981 (23-F), cuando todas las autoridades españolas sin excepción lo superaron, y enjuiciaron y encarcelaron a los golpistas militares. España frente a su segundo golpe de Estado.

El caso de Cataluña no tiene por qué ser diferente: se imponen el Estado y sus poderes derrotando al golpismo, o España caminará hacia otro periodo negro de su historia.

AS © 2017

 

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