Una nación pierde su conciencia democrática cuando sus principales atributos como la libertad, la ética, la igualdad o el bien común dejan de ser sus pilares. Eso le está pasando a España.
Cuenta Tocqueville en su obra La democracia en América que una de las cosas que más llamaron su atención en Estados Unidos fue la “igualdad de condiciones” como principio básico. También la Constitución española habla de igualdad, pero la realidad es muy distinta. Un político aforado no es igual a cualquier ciudadano que carece de esos privilegios, y en España hay 10.000 políticos aforados. En Estados Unidos o Inglaterra no hay ningún aforado. ¿Por qué será que en estos países los políticos no tienen ese privilegio? Por lo que decía Tocqueville hace dos siglos: porque es un principio y eje básico para que la democracia sea real y funcione.
En España ocurre lo contrario. Se produce una desigualdad de condiciones en todos los ámbitos, pervirtiendo lógicamente la propia democracia. Hay diecisiete sistemas, uno por cada autonomía, y las condiciones fiscales, educativas, o de sanidad, son desiguales. La prueba de que en España se ha ido perdiendo conciencia democrática es que estas desigualdades ya forman parte del propio sistema.
Camino del suicidio democrático
Se preguntaba el otro día en Madrid el Premio Nobel de literatura, Mario Vargas Llosa, ¿qué ha ocurrido para que España haya pasado en tan corto espacio de tiempo de ser una referencia mundial de las nuevas democracias a estar sumida en un proceso de ruptura antidemocrática nacionalista?.
Fue el martes 30 de Septiembre de 2014 durante la entrega del IV premio Antonio Fontán de periodismo político con el que ha sido galardonado este año Vargas Llosa. Premio que forma parte del legado dejado por el que fuera presidente del Senado entre otros cargos políticos, además de un fajador de altura de mil batallas de la política y el periodismo, y sobre todo, un erudito del pensamiento, como fue Antonio Fontán.
Lo que ha ocurrido en España es que no se ha invertido lo suficiente en lo más sagrado de la democracia que es su conciencia y los valores que le son propios, y eso hace que se corrompa y debilite. En una democracia fuerte ni los separatistas catalanes hubiesen puesto en marcha un proceso de ruptura nacional, ni los terroristas estarían gobernando instituciones, como ocurre en España.
Una democracia sin conciencia es el juego en el que todos pierden menos los radicalismos totalitarios que en cualquiera de sus formas van logrando sus objetivos de poder, destruyendo la democracia, la libertad y la nación.
La democracia es forma, sustancia, pero sobre todo conciencia. Sin tener conciencia de la libertad y la democracia no se defiende la libertad ni la democracia.
Lo que ha hecho fuertes a las democracias del Reino Unido y Estados Unidos durante siglos ha sido alimentar de forma constante el espíritu y la cultura democrática en la población, para poder defenderla frente a sus enemigos. Es lo que tiene que hacer España si no quiere seguir por el camino del suicidio democrático. En ello tienen que pensar los líderes y la sociedad española. En conciencia.
AS © 2014
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