No es la guerra lo que crea el desorden es el desorden el que conduce a la guerra. La entrada militar de Rusia en Ucrania, en un contexto mundial en el que proliferan los conflictos bélicos en regiones explosivas del mundo, ha planteado la cuestión de un orden mundial en crisis.
Hace veinte años medio centenar de intelectuales europeos y norteamericanos nos reunimos durante tres días en Karlo Vivary, a iniciativa de Margaret Thatcher y del entonces presidente checo, Vaclav Havel, para analizar las nuevas amenazas que se cernían contra las democracias occidentales. Cuando en Europa se celebraba la nueva explosión democrática tras el hundimiento del imperio comunista de la URSS, allí estábamos en un hotel de Bohemia debatiendo sobre los escenarios de riesgo que se veían venir si no se adoptaban medidas para fortalecer el liderazgo occidental y los valores de la libertad.
El liderazgo occidental no solo no se ha fortalecido sino que se ha debilitado, y se ha impuesto un proceso de subversión de valores en el que, por ejemplo, se antepone la paz a la libertad. Occidente ha considerado a Vladimir Putin como un igual entre los aliados y ahora comprueba que es un enemigo que no duda en atacar militarmente a Ucrania, desafiando el orden internacional. La conclusión a la que llegamos en nuestras reuniones en Karlo Vivary, y que dieron lugar a un manifiesto que fue presentado en Praga, se han cumplido. No fortalecer la democracia, su liderazgo, poderes y valores, aumenta los riesgos y las amenazas para la libertad y la seguridad.
De la Alianza de Civilizaciones al terrorismo islamista
Las democracias occidentales y sus sociedades han sucumbido a la debilidad y el ensoñamiento, que son factores letales porque alimentan las expectativas de todos los totalitarismos a la vez. Hicieron de la iniciativa iraní de la Alianza de Civilizaciones el renacer de un nuevo orden, y ahora se extrañan que renazca la barbarie y los terroristas islámicos pasen a cuchillo y ejecuten a los que consideran infieles.
Las teorías occidentales del buenismo y el relativismo han hecho que en sus líderes y sociedades se imponga el pensamiento débil y una realidad dominada por el ensoñamiento, que hace prevalecer un mundo ideal sobre el real. No es casualidad que el mensaje que dio la primera victoria a Barack Obama (Yes, we can) haya inspirado el nombre del nuevo partido de la izquierda radical y antidemocrática española, Podemos. Porque es representativo de una sociedad que renuncia al pensamiento crítico, y prefiere querer creer en el mundo ideal e ilusorio que le venden.
El orden democrático descansa en su liderazgo, la fuerza de la razón, sus valores, y sus armas. Si no es así, se abre un proceso de descomposición, en el que paulatinamente se va imponiendo un escenario en el que pasa a ser normal que en nuestros países los terroristas ocupen las instituciones, que a la invasión militar de un país democrático europeo solo se responda con declaraciones y sanciones económicas, o que la barbarie islamista del acuchillamiento y fusilamiento de millares de personas se instale en la actualidad cotidiana de nuestras vidas. Occidente se mostró eufórico con lo que se llamó la ‘primavera árabe’ iniciada en 2010, creyendo que las revueltas populares suponía la democratización de estos países, pero han conducido al desorden, la multiplicación de conflictos bélicos, y a un crecimiento del terrorismo islámico.
Cuando se viven tiempos de desorden si la sociedad y los líderes no reaccionan todo va a peor.
AS © 2014
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