Tras la abdicación del Rey Juan Carlos, el que será el nuevo monarca, su hijo Felipe, abre una nueva etapa cuyo porvenir estará marcado por la regeneración de España. Su éxito o fracaso, y el de España, dependerán en términos políticos e históricos de su capacidad para impulsar y hacer real esa regeneración en todos los ámbitos de la vida política, institucional y social española. Cada paso, declaración y señal que transmita el nuevo Rey Felipe VI a partir de ahora se medirá por los avances o retrocesos que representen en las dos cuestiones que tienen sumida a España en una grave crisis de su sistema político e institucional: el fortalecimiento de España como nación frente a los separatismos, y la propia regeneración del sistema. Por eso, lo más urgente para el nuevo Rey
, es visualizar en la mente de la opinión pública cual es su camino de futuro. No el económico, sino el político y de la nación. Las claves políticas de la abdicación de don Juan Carlos se encuentran en una crisis del sistema que ha conducido a un final de ciclo. Sin ese estado de crisis el rey no hubiese abdicado. Ha tenido que dar ese paso para abrir un proceso de cambio que pueda superar la actual crisis nacional.
La operación del cambio tiene guión

Primera imagen pública en un acto castrense del Rey Juan Carlos y su heredero, el Príncipe de Asturias, tras el anuncio de su abdicación (El Escorial, 3-6-2014)
No es un cambio improvisado, es un cambio madurado en el tiempo. Es un escenario de cambio sobre el que han trabajado distintas inteligencias, y que tiene guión. El momento elegido para iniciar la operación de cambio forma parte del guión.
La monarquía española se sustenta en los dos grandes partidos que representan la gran mayoría, y no sería fácil hacer este mismo proceso de cambio en la jefatura del Estado si la crisis socialista deriva en la radicalización del partido. La actual dirección socialista garantiza su apoyo al cambio diseñado.
Esta operación implica cambios en la Casa Real. El Rey Felipe VI no iniciará su etapa lastrado por los casos de corrupción que afectan a su familia, y que tanto daño han hecho a la credibilidad de la institución en los últimos años.
En los próximos meses el Estado y sus instituciones van a tener además que adoptar graves decisiones frente a los procesos secesionistas de Cataluña y el País Vasco, y se debe hacer desde la fortaleza. No desde la debilidad de un sistema en crisis. La regeneración y el fortalecimiento institucional son dos elementos angulares de este proceso.
Oportunidad y riesgos de la operación
Aunque pueda resultar paradójico la abdicación de Juan Carlos supone en la práctica tomar la iniciativa, marcar los nuevos tiempos. Desde ahora los españoles van a vivir un nuevo estilo. Felipe VI va a dar vida a un hacer distinto y a una imagen de futuro. Pero en qué medida este proceso consiga superar la actual crisis del sistema, dependerá del acierto en las decisiones, no solo del rey sino sobre todo políticas, para hacer del cambio un proyecto de fortalecimiento y modernización de España en todos los órdenes.
El Estado tiene que recuperar su autoridad democrática y aplicarla sin tibieza, pero para ello sus instituciones tienen que ganar la credibilidad y confianza perdidas. En este sentido, el cambio supone una oportunidad.
El riesgo que haría fracasar esta operación de regeneración y cambio está en las tentaciones de ceder a los movimientos disgregadores y radicales, o a quienes reclaman una nueva etapa constituyente. Es decir, el fin de nuestra Constitución. El cambio tiene sentido y ganará el apoyo social mayoritario si es para configurar y fortalecer el sistema constitucional, no para desconfigurarlo. [ver artículo ‘La locura de cambiar la Constitución‘]
AS © 2014
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