Al despertarme y mirar por la ventana de mi habitación, observe ese día del pasado Septiembre, que me observaba una ardilla desde lo alto de uno de los árboles. Lo hacía con la atención puesta, y así se mantuvo el tiempo suficiente para que fuese a por la cámara fotográfica y plasmar la imagen que acompaña este artículo.
Esa mañana la ardilla estaba practicando el arte de observar la vida, oteando todo lo que pasaba a su alrededor, y decidí guardar la imagen para ilustrar la reflexión que suelo brindar a los amigos por estas fechas navideñas, y que esta vez trata sobre el cambio en el sistema de observación.
Para que los usuarios lo instalen en su ordenador, la NASA ha desarrollado una aplicación donde informa de los planetas que se van descubriendo y de que tipo. Según este contador de la agencia espacial, hasta hoy son 478 los planetas descubiertos. 421 con las estrellas, 55 multiplanetas del sistema solar, y ningún planeta como la Tierra. Estos datos demuestran hasta que punto el hombre ha ganado científicamente en su capacidad de observación. Pero paradójicamente no ha cambiado su sistema de observación, que sigue reducido a la dimensión física.
Leo hoy en una de las publicaciones del MIT de Harvard que investigadores de esta universidad han descubierto que al manipular en el laboratorio las células, estas sufren estrés y reaccionan generando modificaciones en las moléculas y el ADN. Algo que no debería ser noticia si se conoce uno de los funcionamientos básicos de la información, que en sí misma -como sistema- es generadora de reacciones. En eso está basado el automatismo, en el sistema de información. Se trate de la programación de un sistema robotizado, o de una reacción química del organismo, la información genera respuestas automáticas.
La observación no está basada solo en lo que tenemos delante y en las circunstancias del momento, sino además y sobre todo en el sistema que nos hace observar. La información per se. No basta con observar el mundo físico que nos rodea, se necesita conocer el sistema de información que domina nuestra observación.
Ante otro orden de cosas
Un ejemplo es la percepción que tenemos de lo exterior e interior. Esa línea divisoria todavía condiciona nuestra forma de pensar y entender las cosas, reducido conceptualmente a lo físico. Pero en la globalización la realidad es otra, porque las comunicaciones y la interactividad han unido los dos universos en un todo. ¿Cual es el mundo exterior e interior de Internet?
Seguimos llamando espacio exterior a lo que está al otro lado de la ventana o fuera de nuestro planeta terrestre, pero la realidad es que la comunicación no es ni exterior ni interior, hace de todo un solo espacio.
Todo esto cambia la forma de observar y percibir la realidad porque afecta a todo en la vida. Las cosas siguen siendo las cosas, pero estamos ante otro orden de cosas.
Artículo La fuerza de la percepción: como funciona el sistema intangible de información
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