Hoy los países y sus gobiernos -como las empresas- tienen que decidir si se adaptan al nuevo contexto de una realidad global o no. Si no lo hacen sufren resultados adversos. Por eso España se ve obligada a dar un giro de 180 grados.
Para valorar esta decisión hay que entender la diferencia entre fragmentación y globalización. En una realidad global el todo es el conjunto, y cuanto más nos ajustemos y converjamos cada parte a esa realidad, mayor es el potencial. Mientras que cuando la parte pretende imponerse al todo, quiebra la unidad del conjunto.
En la actualidad las 16 primeras marcas de automóviles del mundo tienen lazos de cooperación unas con otras en los sistemas de producción y comercialización. Eso les permite reducir costes, mejorar su tecnología, y ganar en competitividad. Se benefician de la sinergia que puede generar la cooperación en un mercado global. Lo mismo ocurre en otros segmentos del mercado como el tecnológico, las telecomunicaciones, alimentación, ciencia, etc.
Este modelo global es el nuevo contexto al que tiene que adaptarse cualquier gobierno si no quiere chocar con la realidad y sufrir las consecuencias de hacerlo. Aplicado a España y la UE el caso es muy ilustrativo, y una de las claves de su crisis es la inadaptación a la nueva realidad global. [Ver artículo Una visión global del Estado]
Un análisis más sofisticado de la realidad
La actual crisis ha demostrado los costes que tiene para España y otros países europeos no adaptarse a la nueva realidad global. El proceso dirigido por Zapatero en España ha conducido a la quiebra política, social, y económica. Si cada una de las diecisiete autonomías quiere ser un todo, el resultado es el de un país dominado por las fuerzas fragmentarias, y en lugar de desarrollar un potencial que le permita competir globalmente, España ha perdido el potencial que tenía.
A su vez, Europa no ha respondido con un liderazgo global, agudizándose las tensiones internas, y poniendo de evidencia que su modelo es la suma de partes fragmentadas, con políticas nacionales divergentes y enfrentadas. [Ver El modelo de crisis de Zapatero]
En el debate sobre el ser o no ser de la globalización hay quienes todavía no distinguen diversidad y fragmentación, y transmiten una confusión mental que suele tener malas consecuencias. En la diversidad está unido lo diferente sin dejar de serlo, pero esa unidad se rompe cuando se imponen políticas para que lo diferente deje de ser lo común. [Ver libro del mismo autor ‘Una visión global de la globalización’]
La globalización es un nuevo contexto mucho más sofisticado de analizar, en el que se se requieren gobernantes y dirigentes con una visión compleja y no simplista de la realidad.
He visto como la mayoría de los análisis de las recientes elecciones al parlamento autonómico de Cataluña se han reducido a los cambios en el equilibrio de poder y a lo que ello puede representar en las próximas elecciones nacionales. Sin embargo, en Cataluña no ha cambiado la hegemonía política. El 84% del nuevo parlamento está ocupado por los partidos independentistas y de izquierda radical. Antes era el 88%. Lo que sí ha cambiado son las condiciones: el contexto global al que se tienen que enfrentar cualquier gobernante a partir de ahora.
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